martes, 30 de septiembre de 2008

El imperio de la Razón

Al inicio todos éramos locos, si no se era loco simplemente se sentía lastima por el pobre diablo que le había perdido el valor a su vida.

Todo era verde y bello en aquel entonces, nadie tenía por qué pelear con nadie, simplemente estábamos locos, cada quien vivía en su burbuja individual y colectiva.

Aquel día cuando desperté el Imperio de la Razón había arrasado con nuestros sembradíos de paz, y estableció un decreto en el que todo tenía que ser gris.

Ya que nosotros no conocíamos tal malicia y egoísmo, aceptamos sin darnos cuenta de que ellos veían nuestra locura como una amenaza, en poco tiempo todos estábamos unidos al sistema del imperio y empezamos a ayudar sus proyectos de censura de la locura.

Yo mismo fui parte de ello, tomaron el nombre de nuestra raza y lo hicieron sinónimo de todo lo malo, de lo corrupto y lo inmoral, término que nosotros mismo creamos al unirnos de forma voluntaria al Imperio de la Razón, ahora el loco era el homicida, el corrupto que quería escapar a su castigo, el enfermo encerrado y atado para su propio bien…

El control llego a tal limite que ninguno de nosotros recordaba lo que era vivir, nosotros mismos al sentirnos diferente nos entregábamos a las autoridades, para recibir penas de fármacos que nos iban borrando cualquier comportamiento considerado como subversivo.

Tanto gris en las paredes nos hacía querer ver todo de una misma manera, sin considerar la posibilidad de la individualidad. Pasamos de “locos” a “seres civilizados”, y de “seres civilizados” a “ganado del imperio”, nos vendimos de una manera tan repugnante que no tuvieron que ejercer la fuerza, y ni siquiera aun lo hacen, nos convertimos en su ganado por voluntad, por desear más de lo que necesitamos, por promesas de grandeza, por desear riquezas ajenas, y de todo esto nació el condicionamiento del sistema, que aceptamos con todo el gusto.

En aquellos tiempos en que tener una vida simple era fácil, y que el lema “siempre es más fácil de manera más complicada” hubiera sonado ridículo, la única promesa que anhelábamos y la única riqueza que teníamos era el amor.

¿Cómo desperté de este trance y recordé todo? Definitivamente no fue gracias al cegador de masas y herramienta principal del imperio, aquella que reside en los templos…

Un día mientras caminaba al trabajo vi como un poco de mala hierba suplicaba por vida y se aferraba más fuerte que ningún ser de ganado a las ansias de vivir, mire como un ave se posaba en un ídolo del bulevar, pude sorprender el polvo bailando en círculos por los caminos. Nunca desde que el imperio nos invadió note los espejos en el suelo después de una bella lluvia, nunca mire los techos y las casas para descubrir plantas y formas en ellas que para mí nunca habían estado ahí.

Un perro callejero con su pecho a la luna me hizo sonreír y las hojas que caían lentamente como suspendidas en un instante me provocaron una frase “Lo más bello, es lo que nadie nota”, por desgracia para él, ese día viajaba de regreso a mi casa con un compañero y al oír el esta frase me acuso de loco, me dejo frío, por un instante pensé que como había podido decirme tal ofensa, pero por alguna razón un minuto después respondí sin dejar de mirar el reflejo de la luna en los vidrios “Si, por suerte lo estoy”.

Aquella noche recordé mi historia, aquella noche sin saberlo perdí muchos amigos y gane menos de la cuarta parte de los que perdí, pero aquella noche me sentí identificado conmigo mismo, sentí que sabia quien era, y me sentía orgulloso. Ya el imperio de la razón está muy sólido sobre lo que fue alguna vez mi hogar, pero no sabe que algún día caerá, porque la locura no muere y está resurgiendo como la hierba que sale de entre las grietas del cemento, no somos muchos los locos que quedan o que hemos despertado, pero donde sea que estemos por lejos que sea, cada vez que apreciemos los más bello en lo más insignificante, será como si estuviéramos juntos.

M.E.N.

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